|
Desde el balcón del fondo de mi casa,
veo un guarumo que me extiende sus brazos como para saludarme, con unos siete metros de altura, aquel árbol me muestra sus hojas corrugadas verdinegras, sus flores ocre y sus frutos carmesí que proveen un fondo hermoso para mi vista.
La palmerita de mi patio que me acompaña desde años no se queda atrás, aunque pequeña y frágil se estira a más no poder para que yo la salude.
En medio de las copas de los árboles revolotean yigüirros y pechoamarillos que cantan del alba al anochecer su música del alma.
Por las tardes es el turno de las oropéndolas, que presentan su espectáculo de canto y danza sobre el guarumo y sus vecinos verdes y amarillos. Su melodía de notas largas y variantes alturas, sus colas de oro sobre su hábito carmelita contrastan con el verdor circundante.
Una ardilla previsora arma su nido en lo más alto de un poró,
corretea una y otra vez cortando ramitas verdes que lleva hasta la cumbre para forrar las paredes de su casa, pronto veremos ardillitas bebé corretear por esas ramas.
Es lindo mi traspatio lleno de luz colores , música y danza.
En este hermoso micro paraíso también suenan las sierras y los machetes amenazantes y entonces hay que gritar y protestar para que no acaben con el pequeño paraíso y sus habitantes. Sería fenomenal que pudiéramos dormir tranquilos sin que nuestros sueños se trunquen por los sonidos de la destrucción, del poder ilimitado y la insensibilidad humana.
| 
